El escolta brilla en River con un rol protagónico dentro y fuera de la cancha. Podría seguir siendo parte de la elite, pero recaló en Buenos Aires por su mascota y hoy lidera un equipo que sueña con el ascenso.
Con presente sobresaliente en River Plate,
Felipe Pais disfruta a sus 35 años de una temporada especial en La Liga Federal. El escolta entrerriano -que en los últimos años actuó en La Liga Nacional- hoy es pieza clave de un equipo que lideró con autoridad la Conferencia Metropolitana B y ya piensa en los playoffs.
Nacido en Concepción del Uruguay y formado en el club Parque Sur, dio sus primeros pasos como profesional en Atenas de Córdoba. Allí jugó por cinco años,
obtuvo una Liga Nacional, fue dirigido por Rubén Magnano y compartió vestuario con leyendas como Leo Gutiérrez, Lábaque, Osella y Locatelli, entre otros.
En el Griego, Pais se convirtió en un hábil y potente goleador, forjando una trayectoria notable que incluyó clubes como Rocamora, Caza y Pesca (campeón del Prefederal 2017), Comunicaciones, Unión de Santa Fe, Regatas de Corrientes, San Isidro, La Unión de Formosa, Defensor Sporting de Uruguay, Platense y Unión de Sunchales (campeón de La Liga Argentina con los últimos dos).
Pero desde su llegada al Millonario, su rol cambió: “Estoy en un lugar distinto al de temporadas anteriores. Ya no soy el anotador principal, sino que tengo un papel más de liderazgo, colaborativo. Me encanta y creo que le sirve mucho al equipo”. Y sus números lo avalan:
es el máximo asistidor del conjunto con 4.3 entregas por juego, promediando además 12.5 puntos, 5.3 rebotes y 15.7 de valoración en 28 minutos.
Su destreza con el balón no es novedad -supo festejar en el concurso de habilidades del Juego de las Estrellas ante un tal Facu Campazzo-, pero su comrpomiso va más allá de las estadísticas. Ante Berazategui, tras haber sufrido una caída en la jornada anterior que derivó en un fuerte esguince en su mano hábil,
el jugador diestro sorprendió a todos anotando un triple… ¡con la zurda! “Decidimos con el cuerpo técnico que haría lo que pueda. Lo tiré de puro caradura, entró, y todavía escucho las risas del banco. Las ganas de jugar me motivan siempre.
La pasión puede más que el dolor”.
La historia que lo trajo al conjunto de Núñez tiene una carga emocional fuerte: “
Tuve que quedarme en Buenos Aires por el tratamiento de mi perro Kovu, que tenía cáncer y lamentablemente ya no está conmigo. Me sumé al club como algo temporal, pero descubrí un equipo de trabajo y un grupo humano que me contuvo muchísimo.
Ese amor no se encuentra en todas partes”. A pesar de tener ofertas para volver a la máxima categoría, decidió quedarse: “No estaba listo para ese desgaste. Hoy valoro esta etapa y estoy feliz por la decisión”.
Sobre la institución millonaria, no ahorra elogios: “
Jugar en River es un sueño, es lo más parecido a un club europeo en cuanto a infraestructura. La gente nos sigue a todos lados y el cariño se siente”. En lo colectivo, resalta la evolución: “Arrancamos de menor a mayor, con cambios importantes. Los juveniles crecieron mucho y ahora tenemos un equipo largo. Queremos ir por todo”.
Felipe también dejó su mirada sobre la zona que los tuvo como punteros con récord de 15 victorias y tan solo 1 derrota: “A pesar de nuestro récord, la Metro B fue durísima, especialmente de visitante. La Liga Federal tiene un nivel altísimo, con clubes que se reforzaron muy bien, y eso la hace más atractiva”.
River cerró la fase regular como líder indiscutido de su conferencia y ya se prepara para enfrentar a San Andrés en la primera ronda de playoffs. Con Pais como símbolo de experiencia y corazón, el Millonario va por la gloria.
Felipe -que algo sabe de ascensos- arribó por una urgencia, pero se quedó por un sueño que perseguirá hasta el cansancio cual perro con su hueso.