El experimentado base de Presidente Derqui se redescubrió como persona y como jugador. La contención, el auto conocimiento, el cambio de prioridades y el desafío Federal le dieron sentido a su gran presente.

A los 38 años, Pablo Bruna vive uno de los momentos más plenos de su carrera. Encarna experiencia, oficio y una templanza construida a lo largo de más de una década en el profesionalismo. Hoy es un motor emocional y deportivo para Derqui, el mejor equipo de la fase regular en toda La Liga Federal 2025, que con marca de 15-1 superó a Defensores de Hurlingham y luego a Pinocho para meterse entre los mejores 32 equipos del país.

El cordobés estuvo entre los mayores asistidores de la Metrolopitana C, con 4.4 entregas por partido, promediando además 12.4 puntos, 4.6 rebotes y 16.8 de valoración en 28 minutos. Ahora, Presidente se prepara para enfrentar a Sportivo San Salvador, cuarto clasificado de la Conferencia Litoral, por los Playoffs Interconferencias. “En lo personal estoy muy contento, disfrutando del proceso, que era algo que en las últimas temporadas no estaba pudiendo hacer. Desde que llegué a Derqui me siento escuchado y valorado, lo que hace que el compromiso sea aún más fuerte”, confiesa Bruna, que entrega mucho más que solo números.

Lo que distingue a Pablo es su capacidad de reconectar con el juego desde un lugar más profundo. Después de años de exigencia, se permitió frenar, mirarse y redefinir qué buscaba del deporte. La pandemia fue el punto de quiebre. “Me quedé sin laburo, sin cobrar, y lo único que había hecho en mi vida era jugar al básquet, no estaba preparado”, recuerda. Fue entonces cuando, acompañado por su pareja, Vane, empezó a reconstruirse. Hizo terapia, trabajó en distintos rubros, y el resultado fue transformador: "Laburé de chofer, cociné, hicimos fletes, y hasta abrimos una escuelita de básquet con un amigo", contó.

Hoy se lo nota distinto, consciente de sí mismo y en paz con el proceso. "Los jugadores vivimos en una vorágine en la que siempre debemos mostrarnos bien, entrenando, rindiendo al máximo, pero pocas veces tomándonos el tiempo para saber cómo estamos interiormente", analiza. Y agrega: "Me empecé a dar más valor a mí, a mi entorno, a rodearme de gente que me valore por lo que soy y no solo como jugador. Alimento mi confianza, escucho a mi cuerpo y mi mente, y me pregunto seguido si realmente estoy disfrutando de lo que hago. Si la respuesta es no, busco qué cambiar”.

Esa madurez se siente también en su vínculo con los más jóvenes. No se trata solo de liderazgo táctico: Pablo busca ser una guía humana. Les habla de cómo entrenar, cómo afrontar una temporada, de la importancia de salir de la zona de confort. Siente que muchos chicos disputan esta categoría sin haberlo elegido realmente y que la exigencia les pesa, los frustra. Entonces, intenta acompañarlos: “No todo se aprende en un día. Ser profesional es sobre todo un desafío mental”, piensa.

La Liga Federal se convirtió en un certamen muy competitivo, con jugadores de jerarquía, y eso lo entusiasma. “El desafío de participar en una liga con tantos equipos, y que sea tan compleja de ganar, me genera ganas extras de querer jugarla. En Derqui se armó un grupo con mentalidad, con la idea de mejorar cada día desde lo individual para fortalecer al equipo. Tratamos siempre de ser un equipo intenso en defensa y que esa sea nuestra identidad", comenta.

Con varias coronaciones en el lomo -con el Gaucho de Marcos Juárez, Instituto, San Isidro y Platense-, Pablo encuentra en la memoria afectiva su camiseta preferida: “Me siento afortunado por todo lo vivido. Tuve muchos ascensos, todos en diferentes momentos de mi vida. Pero las camisetas con las que más me identifico son las de Instituto y San Martín. Pasé más de diez temporadas entre los dos. Se creó un vínculo con la gente y el club que sigue hasta hoy”.

Si hay algo que distingue a Bruna es que no se encasilla. Lo mismo que transmite en la cancha lo aplica fuera de ella. Ya está formándose para su próximo paso: se imagina como manager o director deportivo, roles que lo mantengan vinculado sin tener que vivir otra vez con la valija lista. "Aunque siento que puedo seguir unos años más, la realidad es que ya vengo pensando en el retiro, algo que siempre está latente pero que no me asusta ni padezco. Es clave entender que mientras antes te ocupes de vos mismo, mejor preparado vas a estar para el después”, reflexiona.

Pero mientras tanto, sigue disfrutando del básquet y de sus particularidades. Como su look, que siempre da que hablar. “Me divierte. Vane no es solo una peluquera, hace arte con las manos y yo me presto para que ella cree. Me río de lo que genera. Algunos juzgan por la apariencia, pero los más chicos siempre me elogian". Y si hoy pudiera hablarle al pibe que recién empezaba a soñar con semejante carrera, Pablo le diría “que se prepare porque viene un viaje intenso... Y que, aunque habrá gente que se aproveche de eso, nunca deje de ser buena persona, que no pierda los valores ni el respeto por los clubes”.

Con los pies en la tierra y la cabeza en el hoy, Pablo Bruna no necesita estadísticas para demostrar su impacto. Lo hace cada noche con su entrega, su mirada clara y una certeza: el verdadero valor está en saber quién sos más allá de la pelota.