Argentina volvió a ser local en el Campeonato Sudamericano, regresando a las competencias oficiales, tras una temporada con poca actividad, al no clasificar al Mundial de Filipinas del año anterior.
Otro que volvió fue el entrenador Ripullone a la conducción técnica del seleccionado y lo hizo haciendo ruido. Primero recuperó a dos veteranos para acompañar a los más inexpertos. Convenció a Cabrera, quien se había alejado en 1975, de que regresara a la selección para retirarse ante su gente, e incorporó a Carlos González. La presencia de Cabrera era vital, ya que Cadillac llegó al torneo lesionado. Después el técnico puso fin a la etapa de Gehrmann en la selección y en su lugar convocó al novato pivote Luis González (2,10 m). Además sumó a Romano, otro joven que prometía.
El torneo se jugó por el sistema de todos contra todos, por puntos, y los argentinos no realizaron partidos de preparación.
El comienzo en el torneo fue distendido para Argentina, ya que logró amplias victorias ante Paraguay, Perú, Venezuela y Chile.
Cuando llegó la primera prueba exigente, los argentinos la superaron con nota sobresaliente, ya que se impusieron con amplitud a Uruguay. La final fue muy diferente, ya que el equipo debió exigirse al máximo para poder quedar con la victoria, el título, el octavo del historial, de manera invicta y el festejo ante el público local.
Con esta actuación Argentina clasificó para los Juegos Panamericanos de ese mismo año.