A pesar de los retiros de la selección de Montecchia y Sconochini, el agregado de Prigioni le permitió a Argentina conformar un gran plantel para afrontar el Mundial de Japón. El reciente título olímpico provocó que todos le colgaran el cartel de aspirante al título. No obstante, en la preparación el equipo, que ahora contaba con Scola como titular, había mostrado un bajo rendimiento. El temor a un fracaso estrepitoso rodeaba al plantel del técnico Hernández. Pero en Sendai, en el partido inicial, respondió con concentración y un juego de alto nivel para derrotar sin apremios a Francia. El equipo creció en eficacia y consistencia para ganarles a El Líbano, Venezuela y Nigeria con una amplitud infrecuente en el ámbito internacional, pero que demostró el poderío con el que contaba. En el último juego clasificatorio Argentina venció con lo justo a una Serbia joven pero siempre peligrosa.
Nueva Zelanda tampoco pudo oponer resistencia firme en los octavos de final, instancia que el seleccionado argentino superó sin sobresaltos. El envión ganador no se detuvo en cuartos de final, donde los argentinos aplastaron a Turquía con un juego casi sin errores. La llegada a semifinales, de forma invicta, se tomó como algo natural, que parecía anunciar otra hazaña.
Sin embargo, en la semifinal enfrentó a una España poderosa que caminaba hacia su consagración. En el partido Argentina peleó siempre de atrás y logró llegar a un partido nivelado, en el que dispuso de la última pelota para ganar pero falló en el último lanzamiento. Para el partido por el bronce ante los NBA de Estados Unidos, Argentina llegó golpeada física y anímicamente. Le jugó de igual a igual durante el primer tiempo, pero en la segunda mitad no pudo sostener la oposición y cayó derrotada, quedando en el cuarto puesto final. Ginóbili fue elegido por segunda vez en el Quinteto Ideal del Mundial.