Argentina tuvo que esperar 44 años para regresar a los Juegos Olímpicos y estar en ese evento significó volver a ser parte de la cita más importante del básquetbol. Para armar el plantel no hubo dudas, ya que el técnico Vecchio cumplió su promesa, hecha el mismo día de la clasificación, un año antes, de respetar a los mismos doce jugadores que lograron la plaza para los Juegos Olímpicos. Para entrar en ritmo internacional disputó 15 partidos previos, algunos en Brasil y Puerto Rico.

Los Juegos Olímpicos reunieron a doce equipos, divididos en dos zonas de 6, en las que jugaron todos contra todos, pasando los cuatro primeros de cada zona a los cuartos de final.

No existían muchas chances en el debut, ya que Estados Unidos, con un plantel con varias de las estrellas más destacadas de la NBA, se presentaba inexpugnable. Sin embargo, Argentina jugó con la máxima intensidad y, luego de un primer tiempo parejo, cayó claramente derrotado. En la segunda fecha aparecía otra potencia, Lituania, con Sabonis y Marciulonis. Allí Argentina jugó un gran partido y logró una de las victorias más impactantes de su historia, aunque pagó un precio demasiado caro, con las lesiones de Nicola y Wolkowyski, quienes quedaron descartados para todo el torneo, lo mismo que De la Fuente.

El partido clave para pasar de ronda, se supo desde mucho antes, era China, pero los argentinos llegaron disminuidos por ausencias y lesiones, jugaron mal y perdieron sin atenuantes. Además, De la Fuente ya no pudo seguir jugando, por lo que el plantel quedó con solo nueve jugadores. Las chances dependían del resultado ante Croacia, otra potencia, y no hubo milagro, porque se sumó otra derrota. El grupo se completó contra Angola y ante un rival accesible se logró el primer triunfo.

En la reclasificación los argentinos lograron un previsible triunfo frente de Corea del Sur y luego una muy buena victoria ante Puerto Rico, que los dejó en el noveno puesto final.