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Está edificando su carrera por el camino más largo, pensando y analizando con mucho criterio todos los pasos que va dando. Lo quisieron varios equipos importantes de la Liga Nacional y hasta el Barcelona de España intentó tenerlo entre sus filas. Sin embargo, Juan Manuel Fernández, hijo del legendario base Gustavo “Lobito” Fernández, eligió la Universidad de Temple, Estados Unidos, para seguir su carrera deportiva y personal.
Mucho se habla sobre él, pero poco se sabe del jugador riotercerense de 18 años que es catalogado como el heredero de Pepe Sánchez. Juan Manuel Fernández, base de 1.93m y figura del seleccionado Nacional que obtuvo el Panamericano U18 de Formosa el año pasado, habló con nuestro sitio web y nos contó cómo es su actualidad en Temple, la relación con su padre, qué siente a la hora de vestir la celeste y blanca y sueña a lo grande: “Sería un orgullo para mí poder tener la chance de estar en una selección mayor en un futuro”.
-¿Cómo estás hoy en lo deportivo y en lo personal en la Universidad de Temple?
-Bárbaro y más por el poco tiempo que hace que estoy acá. En lo deportivo tuve la suerte en mi primera temporada, lo que es salir campeón de conferencia que es increíble y eso me dio la oportunidad de experimentar también lo que es ir a un torneo de la NCAA, que es aún más increíble. Jugás por la tele donde todo el país te está viendo, y es una locura lo que mueve el básquet universitario en esta época, hasta el presidente Obama dio sus pronósticos de cómo iban a salir los partidos del torneo por ESPN, esa es la dimensión que tiene el torneo de la NCAA acá en Estados Unidos y cómo se vive, cosa que para mí ser parte de eso y vivirlo en mi primer temporada acá fue bárbaro. Y con respecto a lo personal y a la vida en la universidad, creo que es lo que no se compara yéndote a cualquier otro lugar a jugar. Vivís solo en el campus de la universidad donde más de 4 mil estudiantes están en las mismas condiciones que vos, conocés muchísima gente y el básquet, por supuesto, siempre ayuda a que te hagas un poquito más conocido. Pero creo que lo que experimentás viviendo de esta forma la vida universitaria de esta manera, es algo que no tiene precio y es lo que más estoy disfrutando, sobre todo ahora que la temporada terminó para nosotros y sólo entrenamos, tenemos más tiempo libre para caminar y andar por la universidad y siempre conocés nueva gente y vivís nuevas experiencias y eso está bárbaro.
-¿Qué priorizaste a la hora de elegir Temple?
-Fue complicado decidirme. Pepe (Sánchez) fue el que me hizo venir en realidad y me decidí también después de hablar mucho con mi viejo. Elegí Temple con la idea de que siento que es una inversión a futuro. La diferencia yéndote a un club con un contrato es que sí, es verdad que cobrás tu plata, pero yo lo veo por el lado de que en los clubes es mas difícil que un chico tenga minutos en el primer equipo, sea porque hay jugadores profesionales y más grandes que compiten el puesto con vos, o porque por ahí los técnicos tienen un poco más de presión de ganar y muchas veces no se arriesgan a darle minutos a los más chicos. En la universidad estamos todos en la misma y si te rompés el lomo, sabés que los minutos los tenés porque están todos en las mismas condiciones que vos. Otra cosa es que hablando con mi viejo, él me decía que un jugador en realidad, salvo algunas excepciones, se vuelve profesional generalmente a los 21 o 22 años, y esa va a ser la edad donde yo voy a terminar mi carrera en Temple, y pensamos que la mejor forma de pasar estos cuatro años era acá, aprendiendo, teniendo a disposición lo que quieras para mejorar, sólo depende de uno mismo el querer entrenar y mejorar porque todo lo que necesitás lo tenés y aparte de todo eso, si Dios quiere saliendo también con un título, con una carrera, y el estudio es algo que mis viejos siempre quisieron que yo siga por más que juegue al básquet.
-¿Cómo te sentís cuando te comparan con Pepe Sánchez?
-Es increíble lo de las comparaciones y para mí es un orgullo. A Pepe lo admiré desde chiquito y que ahora me nombren al lado de él, es una locura. Sé que me falta muchísimo por mejorar y tomo esas comparaciones como una motivación para seguir entrenando duro. Cuando llegué acá y encima con la camiseta 4 sabía que las comparaciones iban a estar, porque venimos del mismo país, los dos somos bases, y el número en la espalda es el mismo. Pero como te dije, trato de tomar todo como una motivación.
-¿Charlás de básquet con tu padre, te da consejos?
-Todo el tiempo, porque a él le encanta hacer de técnico conmigo y porque a mí me sirve muchísimo. Hace poco vinieron a Philadelphia y estuvieron unos días conmigo acá y mi viejo se llevó videos de todos los partidos míos acá en Temple, así que cada día que ve un partido allá en Río Tercero después me llama y me cuenta lo que vio, lo que piensa que tengo que mejorar y demás. Cuando no tengo ganas de escuchar consejos, le digo que no me diga nada (risas). Pero no, siempre lo escucho y algo sabe me parece, jugó 15 años en la liga y ganó cinco títulos, que mejor que escuchar consejos de alguien que tiene esa experiencia y que además, es mi papá.
-Si te piden que te definas como jugador. ¿Qué dirías?
-Nunca me habían hecho esta pregunta y tampoco me gusta mucho hablar de mí mismo, pero creo que ahora soy un jugador que tiene mucho por aprender y por mejorar en aspectos puntuales del juego. Por ejemplo en la defensa, que es lo que más me cuesta adentro de una cancha de básquet y alguien que para poder llegar a ser un jugador profesional en un futuro, se va a tener que romper el lomo entrenando muy duro durante estos años en Temple.
-¿Qué recuerdos tenés de la obtención con Argentina del Panamericano U18 en Formosa?
-Fue de película. No me lo voy a olvidar nunca, sobre todo por el equipo y los jugadores que tuve al lado en esa selección. Si hay algo que valoro muchísimo de ese equipo es la calidad humana que había. Somos jugadores que la mayoría veníamos hace varios años juntos y que nos llevamos bárbaro afuera de la cancha, cosa que no es nada fácil de lograr y menos cuando tenés chicos de todo el país que se ven poco durante el año o casi nunca. Y ganarle a Estados Unidos, sobre todo en ese partido, fue el final perfecto. Pero también sé que ninguno de nosotros se conforma con esto y los que tengan la chance de ir al mundial este año en Nueva Zelanda, me toque estar o no, van a ir por una medalla sin dudas.
-¿Qué significa jugar para la Selección Argentina?
-Muchísimo. Creo que para un jugador de básquet argentino es la mejor de las sensaciones ponerse esa camiseta. Sabés que adentro de esa cancha está todo el país con vos apoyándote y tirando todos para el mismo lado, y el hecho de sólo sentir eso adentro de una cancha de básquet es inexplicable. Muchos te lo pueden describir como un orgullo o como la mejor sensación que uno puede tener en su carrera, para mí no hay una palabra o frase que te lo pueda explicar y el hecho de poder vivirlo me convierte a mí en un privilegiado de poder tener esa oportunidad.
-¿Soñás con una futura convocatoria al Seleccionado Nacional de mayores?
-Cada día. Sé que no debe ser fácil jugar para la selección mayor, sobre todo después de todo lo que logró la última camada. Me parece que el puesto que dejó Pepe (Sánchez) va a ser muy muy difícil de cubrir de la misma manera en que él lo hacía, Pablo Prigioni es un jugadorazo y también lo admiro mucho, y por qué no pensar en que después de ellos viene la camada nuestra. Sería un orgullo para mí poder tener la chance de estar en una selección mayor en un futuro. Hay muy buenos bases, pero pienso que podría estar en la pelea por un puesto, algún día.
Patricio Gioia
Prensa CABB
Foto: Marcelo Figueras
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