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La resiliente historia de Gerhardt, el jugador profesional que se unió a los Topos

Sábado, 04 de Septiembre de 2021 / Publicado en Entrevistas, Selecciones Adaptadas
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Luego de 3 temporadas en la LNB, una cirugía le hizo perder la audición del lado izquierdo. Tras jugar la Liga Argentina, aceptó la propuesta de la Selección de básquet silencioso. Rodrigo cuenta su historia

Buenos Aires, 13 de abril de 2020. Mientras el país se encontraba paralizado por el inicio de la pandemia, Rodrigo Gerhardt se sometía a una operación que cambiaría por completo su futuro. Al bahiense, por entonces jugador de Ferro, debían extirparle un tumor benigno alojado en su oído izquierdo, donde confluyen 12 tipos de nervios distintos. Aunque la intervención no suponía una amenaza para vida, sí podía dejar generar secuelas en su movilidad y en su rostro. La única consecuencia inevitable, según los médicos, era la sordera. Jamás volvería a oír del lado izquierdo.

Hoy, casi un año y medio después de la cirugía, Rodri vive con alegría una nueva experiencia ligada al básquet. Evitó todas las secuelas mayores, logró recuperarse, y pudo volver al profesionalismo con Rocamora en la Liga Argentina, aun habiendo quedado hipoacúsico en uno de sus oídos. Al culminar la temporada, recibió una oferta diferente: la de entrenar con la Selección Argentina de Básquet Silencioso y prepararse para los Sordolimpiadas de Caxias do Sul (Brasil) en mayo de 2022.

Gerhardt, quien ya representó a su país en categorías inferiores de FIBA y a nivel universitario, no dudó y aceptó con orgullo la propuesta de los Topos. Tras entrenar con ellos a lo largo de la semana pasada, el interno de 25 años charlo con Prensa CAB sobre esta nueva oportunidad que se le presenta en su carrera y la experiencia de aprender y difundir la Lengua de Señas Argentina (LSA). Además, recordó cómo se inició en el básquet y recorrió el camino que lo llevó hasta donde se encuentra hoy.

-¿Cómo empezó tu historia ligada al básquet?

-Mis abuelos maternos vivían a dos frentes de lo que sería el club, Bahiense del Norte. Donde empezó Manu Ginóbili, el Puma Montecchia y varios más. Ahí vivía mi bisabuela. Mis abuelos, mis tíos, todos se criaron adentro del club. Mi caso no fue diferente, empecé a jugar a los cuatro años. Una historia medio normal, familia que vive en un barrio y van todos al mismo club. Mi abuelo pasó por todos los cargos menos el de presidente. Mi abuela también estuvo metida, luego mi mamá, y cuando lo conoce a mi papá él también se metió en el club, más que nada cuando yo arranqué con las inferiores ahí.

-¿En qué momento te diste cuenta que podías llegar a ser profesional?

-No sé si tuve un momento en el que dije “puedo dedicarme a esto”. Recuerdo que en U15, en la cena de fin de año, a dos compañeros míos les dieron una medalla de reconocimiento porque habían estado en una preselección. Ahí yo me di cuenta que quería el mismo honor. Por ese entonces, antes de que se lanzara la Liga de Desarrollo, Bahía Basket tenía un programa que se llamaba Jóvenes Talentos, en el que los más destacados de la ciudad entrenábamos. Ahí creo que me involucré más con el básquet en un sentido profesional, sin darme cuenta. Prefería entrenar en el verano para ser mejor jugador que ir a las playas de Monte Hermoso con mis amigos. No fue una decisión consciente, mi elección simplemente era jugar al básquet, y así fue durante varios años hasta que firmé con Bahía, donde llegué hasta la Liga Nacional.

-En medio de todo eso te llaman para la Selección U18 que jugó el FIBA Américas en Colorado Springs. ¿Cómo fue tu experiencia en Selecciones formativas?

-Mi primera convocatoria fue para el torneo Albert Schweitzer que se hace en Alemania, un par de meses antes del FIBA Américas. Como anécdota te cuento que yo había sido cortado de ese equipo. Cuando Iván Najnudel, el DT, da los 12, no me nombra. Yo me fui desde La Boca, donde habíamos jugado un amistoso, hasta el Cenard llorando. Después de la cena él llamó a los que no habían quedado para explicarle por qué habían sido cortados, y a mí nada. Enojado, le llamé para preguntarle por qué a los demás les decía y a mí no. Ahí me dijo “nono, yo te nombré a vos”. Me había convocado. Tener la de Argentina era mi sueño máximo. Si bien no nos fue bien en ese torneo, fue increíble tener esa camiseta. Me cambió por completo la cabeza. Ya cuando fui al FIBA Américas estaba más tranquilo. Teníamos el objetivo de clasificar al Mundial y lo logramos. Fue una hermosa experiencia jugar mi primer torneo FIBA. Me encontraba con nombres que yo venía escuchando de Selecciones U15 y U16. Ahí me hice amigo de José Vildoza, con quien después compartimos los Juegos Olímpicos de la Juventud.

-Y luego el Mundial, en 2015. Estabas ahí en Grecia, junto a los mejores jugadores del mundo en tu categoría. ¿Qué recordás de ese torneo?

-Tenía una ansiedad tremenda por quedar entre los 12. La preselección fue bastante dura. Habían varios pibes que jugaban muy bien y se nos sumaron algunos chicos que venían de atrás. El día que me nombraron fue una alegría enorme. Jugar un Mundial en mi vida era algo impensado. Es una responsabilidad linda, que puede ser muy intensa si no la sabés manejar. Nosotros en Argentina estamos acostumbrados a que nuestras selecciones nos representen, a que nos salga ese fuego de adentro que nos hace dejar todo, pero eso no pasa en todos los países. Me acuerdo que en la zona de grupos no nos fue muy bien y nos elimina Estados Unidos. Después en los partidos para llegar al noveno puesto ganamos todos menos el último ante Serbia, que perdemos por un triple fuera de tiempo. Está el video y todo. Más allá de eso, el año anterior el mismo rival nos había ganado por 57 en la Albert Schweitzer. Pasamos de un 108-51 a perder en la última bola. Dolió la injusticia, pero el salto de calidad fue notable. Muchos de los chicos de esa camada están jugando Liga Nacional o en el exterior. Juampi Vaulet recién estuvo en los Juegos Olímpicos. Si veo para atrás y veo dónde estuve me cuesta creerlo. Jayson Tatum fue quinteto ideal del torneo y hoy es figura en la NBA.

-Además de esas experiencias en FIBA, estuviste en los Juegos Olímpicos de la Juventud en China, en 2014 y las Universiadas (Juegos Universitarios) en Taipéi, en 2017. Hasta fuiste abanderado de la delegación que fue a los Juegos Panamericanos Universitarios en 2018. ¿Qué significa para vos representar a tu país en torneos de esa magnitud, incluso en lugares tan lejanos?

-La verdad que recorrí bastante. Me falta África y Oceanía nomas. Es lo más hermoso que hay. Lo de ser abanderado de una delegación argentina no lo tenía ni como un sueño. Abanderado era en el colegio, que me iba bastante bien. Tenía experiencia llevando la bandera, pero es muy fuerte hacerlo en una delegación de tu país. La de los Juegos Universitarios se podría decir que la busqué. Estábamos jugando playoffs con Bahía y me acuerdo que Martín Fernández (actual jugador de Regatas) me contó que se había bajado uno porque no lo dejaban ir. Yo jugaba y estudiaba, así que cumplía los requisitos. Podían no elegirme, obvio, pero cumplía. A los dos días estaba en Taipéi, y el año siguiente llevaba la bandera en San Pablo. De alguna manera entiendo que lo busqué.

-Y llegando a hoy, se te presenta la oportunidad de volver a jugar para Argentina, esta vez con la Selección de Básquet Silencioso. Pero antes atravesaste por todo el drama de la operación para sacarte el tumor. ¿De qué manera lo viviste?

-Lo previo fue lo más duro. Me enteré del tumor en el nervio acústico el 28 de noviembre de 2019 y me operaron el 13 de abril de 2020. Cuando me dicen que me tenía que operar y sacar el tumor sí o sí, me comentan que lo más probable era que me quedara una parálisis facial. Sé que es muy superficial, pero para un chico de 23 años, que la cara te quede paralizada es un trauma. Después me enteré que habían más riesgos, que podía afectarme los brazos o las piernas, o incluso el nervio de la deglución, por lo que podía estar meses comiendo por sonda. Todos esos riesgos me pesaban mucho. El día anterior a la operación subí historias a mejores amigos porque estaba muerto de miedo. Tenía que descargarlo por algún lado. Cuando me desperté de la operación lo primero que hice fue preguntarle a mi mamá si tenía la cara normal. Me dijo que sí. No paré de vomitar en dos días, porque me afectaba todo el equilibrio, pero estaba tranquilísimo. Lo dije en un diario de Bahía, para mí todos los días es mi cumpleaños después de que la operación saliera bien. La sordera era algo que iba a pasar sí o sí, y la verdad nunca le presté atención cuando me lo decían. Hoy logré transformar todo eso en una oportunidad muy linda.

-Después de unos meses pudiste volver al básquet lo más normal. De hecho jugaste la Liga Argentina con Rocamora. ¿Te cambió en algo no oír del lado izquierdo, en el aspecto profesional?

-Me deben haber puteado muchos compañeros, eso seguro. Lo bueno es que tenía una excusa por cualquiera que me mandara. Fuera de toda broma, creo que volví bastante bien. Habían situaciones en las que me tenía que adaptar. Le pedía la jugada al base 55 veces antes de que salgamos. Trataba de estar atento a todo y preguntar. Si defendíamos zona intentaba quedar del lado izquierdo abajo, porque en caso de que me gritaran que pasa uno para mi lado yo no me iba a enterar. Si caía del lado derecho me tenía que acomodar, tampoco era un drama. Hubo alguna situación graciosa, pero nada que me impidiera jugar. Fue todo un desafío, pero lo pude completar.

-¿Y de ahora en más? ¿Creés que vas a poder jugar profesionalmente por varios años sin problemas?

-Yo creo que sí. Cada día me acostumbro más en mi vida cotidiana, y eso me ayuda mucho en lo basquetbolístico. Por ejemplo, cuando duermo, apoyo el lado que no escucho en la almohada, para que si me hablan o si pasa algo me entere. Cuando camino por la vereda con alguien intento ir del lado izquierdo para poder escucharlo lo más bien. Para el que recién me conoce puede ser raro, pero de a poco se va haciendo costumbre. Mi novia cuando ve que pongo cara de que no la estoy escuchando se cambia de lado y listo. Somos animales de costumbre. Ojalá sirva para que más personas aprendan lengua de señas, igualmente.

-Eso. En Instagram estás subiendo muchos videos sobre LSA (Lengua de Señas Argentina). Obviamente que vos seguís escuchando, pero en los Topos la mayoría de los chicos no. ¿Cómo te estás adaptando a esta forma de comunicarse?

-Sé lo básico. Con los chicos estoy aprendiendo un montón de palabras, es impresionante. Hay muchas que son intuitivas, como por ejemplo, comer. Hacés montoncito y a la boca. No es una ciencia, es algo que hay que ponerse y se aprende, pero creo que vale la pena. Me resulta entretenido, y como todo, depende de quién te lo enseña el cómo lo aprendes. También es súper necesario. Como mínimo creo que todos deberíamos saber el abecedario dactilológico, que es cómo decir las letras. Estaría muy bueno que se incluya un poco más, sobre todo en los colegios, que es donde aprendemos todo lo referido a nuestra lengua. Además te abre un mundo paralelo al nuestro. Mi novia vino a un entrenamiento nuestro y se sorprendió. Es una práctica en silencio. Lo único que se escucha es el pique de la pelota y los pasos. Es completamente distinto. A mí se me vuela la cabeza. Tenés que mirar todo el tiempo a todos lados. Yo por ahí quería decirle algo a un compañero, y como no me miraba se lo tenía que decir al rival que lo marcaba, que sí me veía. Los chicos son lo más, siempre tratan de integrarme y enseñarme. Me tienen muchísima paciencia, todavía estoy haciendo el curso de LSA. Yo hablo mucho, y en la cancha soy igual. Comunico mucho. Es muy difícil para mí callarme la boca y tener que pensar y hacer señas. Es el desafío más grande de mi vida. Estoy viviendo algo que jamás imaginé, y que nunca habría vivido de otra manera.

-Recién decías que tus compañeros te tienen mucha paciencia y te ayuda. ¿De qué manera viviste esa integración?

-Re bien, dentro de todo. Ya había acá un grupo muy unido y me la hicieron mucho más fácil. Las diferencias te unen. Somos un grupo muy reducido, generalmente se repiten los mismos jugadores. Si hay alguno nuevo, como fue mi caso, lo intentan acoger para que se quede y dé una mano. Entre los chicos se conocen un montón, por supuesto que tienen la comunicación súper aceitada. A los pocos días ya tenía un apodo, es algo que siempre hacen para poder referirse a un compañero. En mi caso, como tengo un lunar cerca de mi ojo derecho, mi apodo es una seña marcando ese lunar. Yo la verdad ni lo notaba, y eso que me lo veo todos los días. Pero claro, ellos están mucho más atentos a lo visual que una persona oyente, porque todo pasa por los ojos.

-Faltan algunos meses para las Sordolimpiadas, algo que era totalmente impensado para vos hasta hace un año. ¿Cómo vivís esta oportunidad de volver a representar a tu país, esta vez en el básquet silencioso, tras pasar por los torneos universitarios y FIBA?

-Estar en un Juego Olímpico es algo que no se puede poner en palabras. Creo que lo dijo Juan Espil o el Puma Montecchia. Es inefable de describir, sea universitario, silencioso, o lo que sea. Ya viví uno, y poder vivir otro es tremendo. Tengo muchísimas ganas de jugar las Sordolimpiadas. Ojalá pueda estar, que hagamos un gran papel y disfrutemos de esa experiencia. Decías que era totalmente impensado, y era así, pero hoy estoy que exploto de alegría.

-Se te nota muy activo en tus redes intentando difundir la LSA y a los Topos. ¿En qué consiste esta campaña que estás llevando adelante y qué es lo que querés generar?

-Yo soy licenciado en marketing y me gusta mucho la comunicación. No quiero pecar de soberbio, pero tenía en claro que estos días tenía que aprovechar la poca o mucha fama que tengo por haber jugado Liga Nacional para concientizar sobre los Topos y lograr un poco más de difusión. Ojalá sirva para que haya algún recurso más, más apoyo de cara a lo que se viene. Desde poder entrenar en el Cenard hasta tener más días de concentración o viajes. Hace dos años tenían que ir a jugar el Mundial a Polonia, en el que quedaron sextos, y hasta dos días antes, no sabían si iban a viajar. No quiero criticar a nadie, pero eso no puede pasar más. Es impensado que a otras selecciones les pase. ¿Por qué para los Topos, u otras selecciones, tiene que ser algo normal? Tenemos que contar con los recursos que tienen todos. Sé que pedir es difícil y más en estos momentos, pero tenemos que visibilizarnos. Todo el apoyo sirve, incluso seguir a la FABS en Instagram o dejar un comentario.

-Además sirve para visibilizar a los hipoacúsicos dentro del deporte, que muchas veces se los deja de lado por el simple hecho de no poder escuchar.

-Ni hablar. Es muy importante que haya selecciones de sordos para que no se deje de lado a los chicos que quieren hacer deporte sólo porque son sordos. Ojalá muchos profes de educación física aprendan lengua de señas y por qué no, los demás alumnos también. Es importante difundirlo, yo lo estoy haciendo en mi Instagram y me están llegando muchos mensajes de gente que quiere aprender, también de sordos que me agradecen. Eso me llena el alma

Foto principal: Fotografías Braicovich.
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