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Erik Thomas: “Tengo muchas ganas de conseguir otra chance en la Selección”

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El alero entrerriano, hijo del gran Jimmy, cuenta su imperdible historia y repasa cada paso de su carrera, incluyendo el paso por nuestra Liga. Hoy, brillando en Brasil, sueña con ser convocado otra vez.

Sería lógico pensar que al vivir desde sus seis y hasta los 22 años en Estados Unidos podría haber perdido el cariño por nuestros colores. Pero no hace falta conocerlo demasiado para rectificar este prejuicio, porque desde la superficie de sus costumbres se puede palpar un profundo sentido de pertenencia. A pesar de la influencia anglosajona, su sangre y la idiosincrasia de su hogar lo llevaron a ser tan argentino que cualquiera: allí se hablaba español, se comía asado y se compartía todo con la familia. “Ya sea que haya tenido un buen o mal partido, siempre tengo una palabra de aliento o algún consejo de parte de ellos”, comenta Erik Thomas, el protagonista de esta hermosa historia, en una larga y distendida charla con Prensa CABB.

Su padre, James Thomas, fue campeón universitario compartiendo cancha con Isiah Thomas -el armador estrella de los Bad Boys de Detroit- y bajo la dirección del legendario Bobby Knight. Jugó cuatro temporadas en la NBA y recaló en nuestra Liga Nacional, en la que vistió las camisetas de Estudiantes y Olimpo de Bahía Blanca, Gimnasia de Comodoro Rivadavia, Echagüe de Paraná, Boca y Ferro, donde se coronó campeón y MVP en 1989 de la mano de León Najnudel. Una huella indeleble que lo ubica como uno de los mejores extranjeros que pisaron nuestra amada LNB.

Durante su estadía en la ciudad bahiense, Jim conoció a Fabiana Díaz. En la localidad chilena de Temuco tuvieron a su hija Sthepany, quien en su madurez integraría nuestro seleccionado nacional femenino. Seis años más tarde nacería Erik en la capital entrerriana y, tras un paso por Trelew, llegaría la mudanza a USA. Allí tendría lugar el desarrollo personal, académico y deportivo de este alero de 1m98 que llegó a entrenar con uno de los últimos campeones de la NBA, se destaca actualmente en el Paulistano brasilero y aguarda con ansias una nueva chance en nuestra Selección.

-Comencemos por tu historia personal. Naciste en Argentina, donde tu viejo era un crack de la Liga. ¿Qué recordás o qué te contaron de aquella época donde Jimmy la rompió en nuestro país y se casó con una chica bahiense?
-Sobre todo cuando estuve en Argentina, escuché muchísimas historias de los clubes en los que jugó, de su estilo y de cómo era aclamado por las hinchadas. Lamentablemente, no pude verlo porque yo nací en 1995 cuando él estaba finalizando su carrera, pero cada vez que veo sus videos me genera una gran felicidad. Cuando él jugaba en Olimpo, conoció a mi madre en Bahía Blanca, pero en un primer momento fueron amigos. Algunos meses más tarde comenzaron a salir y ese fue el inicio de su historia romántica.

-¿Cómo arrancaste vos con el básquet? Debe haber sido una cuestión hereditaria, porque tu hermana también salió basquetbolista y muy buena.
-Comencé a jugar a los tres años en Trelew, porque mi papá empezaría allí con su escuela de básquet. Mi madre jugaba en el equipo mayor femenino y mi hermana, que tenía 9, ya jugaba con ellas también. ¡Mi papá nos dirigía a los tres! Así que todos pudimos darnos el gusto de tenerlo como entrenador. Cuando nos mudamos a USA, mi hermana continuó en el secundario y yo en un club por fuera de mi escuela. Al crecer, a ambos nos fueron reclutando para diferentes torneos de secundaria, y así pudimos mejorar, mostrarnos y competir contra los mejores de nuestra clase. Mis padres siempre nos apoyaron, recorrían el país para poder vernos. Al ser menor, tuve el privilegio de observar a mi hermana e incluso de que me llevara con ella a jugar. Aprendí mucho de su juego, siempre me aconsejó. Desde que tuve la edad para competirle nos encanta desafiarnos y puedo decir que soy el que lleva la corona en casa (se ríe).

-¿Cómo fue crecer en una casa con un estadounidense que jugó en Argentina y una madre bahiense? Costumbres de nuestras tierras debía haber muchas, imagino.
-Así es, la costumbre argentina nunca se pierde. De hecho, la bahiense de la casa controlaba todo. Comíamos muchos asados y pollos al disco, y una de sus reglas era que siempre que estuviéramos en casa debíamos hablar en castellano, sobre todo porque cuando llegamos yo iba entendiendo el idioma pero casi no podía hablarlo. Recuerdo que una vez le hablé en inglés y no me dirigió la palabra por horas. Ahí entendí que en casa siempre se hablaba español.

-¿Cómo fue tu etapa en los New Orleans Privateers? Venías de ser nombrado Mejor Jugador del Año en High School, y en 2017 volvés a ser elegido Mejor Jugador del Año en la conferencia de esa universidad.
-Fue una gran experiencia. La ciudad y la universidad habían sido arrasados por el huracán Katrina diez años atrás, entonces cuando llegué -en 2015- todavía buscaban volver a consolidarse. De a poco fuimos escalando y al comenzar el 2017 hicimos una reunión en la que cada jugador debía escribir su objetivo anual. Todos expresaron que querían ganar, pero yo añadí que quería ser nombrado como Jugador del Año. Desde ese día trabajamos duro para cumplir las metas y nuestra cultura y mentalidad cambió rotundamente. Ese torneo hicimos un papel excelente, ganando nuestra conferencia y participando del March Madness de la NCAA. Pudimos vencer a equipos a los cuales no se les había ganado por años y nos convertimos en una familia. Incluso al día de hoy, todos los jugadores de ese equipo seguimos comunicados. El ambiente universitario norteamericano es increíble: el show, la música y los miles de fans gritando en los juegos te llevan a dejar todo y disfrutar mucho del deporte.

-¿Y qué tal la experiencia académica? ¿Tuviste algún contacto con la franquicia NBA de la ciudad? ¿Ibas a ver a los Pelicans?
-En cuanto a lo académico, si bien no extraño demasiado el estudio, logré recibirme con un título de Negocios, así que estoy muy agradecido de poder utilizar esa herramienta para mi futuro. Por otra parte, el anterior dueño de los Pelicans tenía buena relación con nuestro entrenador, por lo cual pudimos ir a ver algunos de sus juegos. Es más, en el verano estadounidense ellos venían mucho al campus para mantenerse en ritmo. Tuve por caso la posibilidad de enfrentarme algunas veces con Anthony Davis, y con jugadores de otras franquicias o de Euroliga que vivían en New Orleans aprovechaban el receso para practicar con nosotros. En ocasiones realizábamos entrenamientos individuales con ellos y tuve la suerte de aprender mucho.

-Tuviste también un acercamiento con los Blazers, ¿verdad? ¿Cómo fue eso?
-Sí, después de que me recibí me invitaron junto con otros seis chicos a una especie de Pre-Draft que duraba dos días. Pude trabajar en su estadio, utilizar todas las instalaciones que usaban los jugadores de Portland, y aprender desde dentro cómo funcionaba una franquicia NBA. A pesar de no haber sido drafteado fue un gran momento para mí. Lo recuerdo con mucho orgullo.

Erik Thomas llegó a la Liga Nacional en 2017 tras consagrarse campeón y MVP de la Conferencia Southland con la Universidad de New Orleans, con promedios de 20.5 puntos, 8.1 rebotes, 2 asistencias y 1.5 robo por partido. En nuestro país, jugó para Regatas de Corrientes, Libertad y Ferro, dejando una muy buena imagen. En 2020 emigró a México para aportarle 17.7 puntos y 7.5 rebotes en 20 cotejos al equipo de Soles, y a principios de este año firmó con Paulistano de Brasil. Tras haber integrado la preselección para la Americup del 2017, su sólido presente (12 puntos, 6 rebotes y 3.3 asistencias en 26 minutos) lo llevan a postularse una vez más como un candidato a pelear por un lugar en la Mayor.

-¿Cómo se dio la chance de venir a jugar a Argentina y cómo considerás que fue tu desempeño en la Liga Nacional? ¿Resultó difícil adaptarte?
-Siempre quise jugar en Argentina, como lo hizo mi padre. Me recibieron muy bien, fue una experiencia genial que me sirvió para crecer. Cuando vine a Regatas estaba comenzando mi carrera profesional, debí cambiar la página de mi etapa universitaria y madurar en lo mental. Sabía que era un punto de partida, y pude aprovechar ese año y medio para compartir y aprender de grandes jugadores como Paolo Quinteros. En mi paso a Libertad me acoplé a un equipo luchador, de hombres de batalla como Loku Cuello, Agustín Cáffaro, Diego Figueredo, Nicolás Copello y muchos jóvenes con ganas de progresar. Ahí tuve que jugar fuerte y ganarme el respeto de la Liga. Creo que pude adaptarme bien, sobre todo en mi última etapa. Al principio me costó porque no tenía demasiados minutos, pero con el tiempo fui ganando protagonismo y acostumbrándome al ritmo de juego. En Ferro terminé jugando muy bien, y antes del parate por la pandemia estábamos entre los mejores cinco del torneo. Cada temporada que jugué en la Liga intenté dejar todo para mejorar y para ganarme el cariño de la gente.

-Luego te fuiste y la rompiste en México. ¿Cómo fue ese paso por Soles de Mexicali?
-La etapa de Soles realmente me encantó. Teníamos un gran equipo, con jugadores de experiencia que habían sido campeones el torneo anterior, así que arribé a un plantel que ya venía con intensidad, confianza y un nivel muy alto. No podía pedir nada más porque el club, mis compañeros y el entrenador me apoyaron desde el primer momento, y me dieron la oportunidad de jugar libremente y disfrutar. Me sentí muy cómodo, me encontré con un conjunto competitivo y una liga fuerte, de mucho roce físico, similar a la de Argentina y a la de Brasil. Logramos terminar primeros en la Zona Oeste, aunque no pudimos avanzar de la primera ronda de playoffs.

-Hoy seguís demostrando un alto nivel en el Paulistano. Hablame sobre este presente.
-Tuve la suerte de sumarme a un grupo que se maneja como una familia, siempre estamos juntos y eso es importantísimo. La liga es intensa, agresiva, con jugadores importantes y también de proyección. Es un torneo de 16 equipos donde luchamos por ingresar entre los primeros cuatro, para quedar bien posicionados de cara a los playoffs. Mis compañeros me ayudaron a adaptarme al estilo de juego brasilero, pero pudiendo también desplegar el mío. Me siento muy feliz con mi presente y el del equipo, estamos jugando con mucha intensidad y solidez defensiva. El club es grandioso, y la ciudad de San Pablo también me agrada mucho.

-¿Tenés la ilusión de volver al seleccionado con este nivel que estás mostrando en Brasil? El cuerpo técnico no ha dejado de seguirte. ¿Qué expectativas tenés para el futuro?
-Jugar en la Selección es un sueño, tanto para mí como para mi familia. Voy a seguir jugando fuerte, duro, haciendo lo mío, y ojalá tenga nuevamente la oportunidad de representar a la Argentina. Seguí los partidos de las ventanas, así como el tremendo Mundial 2019, y estoy contento de que nuestros jugadores estén dejando tan alto a tu nuestro país. Me encantaría vestir la celeste y blanca, sería un orgullo, sigo enfocado y esperando mi momento. Si llega la chance estaré listo, y si no estaré siempre apoyando.

-Fuiste parte de la preselección para la AmeriCup 2017, pero finalmente quedaste fuera de esa convocatoria. ¿Qué recuerdos te quedan de ese primer acercamiento a la Mayor? ¿Cómo te viste en los entrenamientos y cómo fue integrarte a un grupo que se estaba consolidando?
-Fue sumamente enriquecedor. Era la primera vez que formaba parte de la Selección Mayor y estuve junto a los mejores de nuestro país, como Facu Campazzo, Nico Laprovittola, Pato Garino y el resto de los chicos. Cuando tenés jugadores así de grandes alrededor tuyo, lo único que podés hacer es permanecer callado, observar y aprender. Siempre es difícil ser nuevo, pero me recibieron muy bien, como me lo esperaba. Pude ir adaptándome a su estilo de juego, además de pasar tiempo con ellos y conocer a cada uno. Me sentí muy bien, cómodo, y con un orgullo enorme de haber estado ahí.

-Alguna vez Enrique Tolcachier, con quien trabajaste en Juveniles, comentó que confiabas más en tu penetración que en tu lanzamiento. ¿Qué me podés decir sobre la evolución de tu juego?
-Con los años, y sobre todo con el scouting, es necesario mejorar debilidades. En su momento, es cierto que mi lanzamiento no era tan bueno como mi penetración, pero fui progresando en ese aspecto. En recesos, en pretemporadas y en cada entrenamiento me enfoqué en ser un jugador cada vez más completo, y provocar que el equipo rival deba defenderme en todos los sectores de la cancha. Hoy puedo atacar según cómo me defiendan: si el rival pasa la cortina por arriba, seguramente penetraré; pero si lo hace por abajo y me da el espacio para lanzar, puedo tomar el tiro. Estoy feliz con mi presente, pero también mentalizado en mejorar cada día para continuar rindiendo a un alto nivel.

-¿Cómo te describirías en lo personal? ¿Qué extrañás jugando en el exterior?
-Soy alguien a quien le gusta mucho compartir con la familia, así como también pasear y conocer. Me encanta la naturaleza, cuando puedo aprovecho para recorrer. Acá hay muchos parques y lugares fantásticos. Y lo que más extraño es a mi gente, mi familia, mis amigos, los asados, las comidas de mi madre. Estar fuera de casa es difícil, pero es parte de ser profesional. Por suerte, hoy tengo a mi novia acompañándome, con quien llevamos cuatro años juntos. Ella es de Texas, ya había estado en Argentina, y hoy también la tengo conmigo en Brasil.


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