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Equipos inolvidables: la Selección femenina 97/98 y el ascenso a la elite

Jueves, 21 de Enero de 2021 / Publicado en Especiales, Selección Mayor Femenina, Femenino
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Hoy recordamos la épica clasificación al Mundial 98 tras 27 años, en la voz de Iris Ferazzoli, aquella pivote que brillara y hoy es DT en Italia. Paso a paso cómo las chicas rompieron un karma.

“Teníamos jóvenes talentosas que prometían, pero nos enfrentábamos con las mejores del mundo y físicamente, por ejemplo, estábamos varios pasos atrás. Teníamos claro que donde no llegábamos con la técnica o con el cuerpo, debíamos hacerlo con el corazón”. Iris Ferazzoli, una de las mejores jugadoras que ha pasado por la Selección, nos introduce en el contexto de un momento muy especial para el básquet femenino nacional: cuando el seleccionado que integraba se clasificó al Mundial, en 1997, luego de 27 larguísimos años.

Hoy un fructífero presente augura un mejor futuro, pero la realidad es muy distinta a lo vivida tiempo atrás. En la actualidad son muchas más las chicas que juegan al básquet, el país tiene 60 jugadoras en el exterior, las competencias son más fuertes, permanentes y más federales. Desde el cambio de siglo, la Selección participó de cuatro de los cinco Mundiales disputados -2002, 2006, 2010 y 2018-, y esa constante aparición hace que hoy el sueño sea aún más ambicioso: clasificar por primera vez para disputar los Juegos Olímpicos, en 2024. Pero hubo un tiempo en el que el panorama era otro. Hasta aquel 1997, habían pasado casi tres décadas sin que nuestro seleccionado pudiera formar parte de una cita mundialista, desde aquella Brasil 1971. En esa oportunidad, Argentina había finalizado en el 11° puesto con la destacada actuación de Lilia Ravazzoli, quien concluyó el torneo como la segunda máxima anotadora y se convirtió -en 1973- en la primera de nuestras basquetbolistas en jugar en el extranjero.

A partir de allí, transcurrirían seis Mundiales con repetida ausencia albiceleste. Varias veces se estuvo muy cerca de obtener el pasaje a través de buenos rendimientos en Sudamericanos, pero la Selección nunca pudo confirmarse en la elite. Hasta que esa realidad pudo modificarse gracias a un equipo que alcanzó el hito. Con la dirección técnica de Eduardo Pinto, las artífices de la proeza fueron Ferazzoli, Laura Nicolini, Sandra Ibarra, Verónica Soberón, Laura Scodelari, Andrea Boeykens Andrea Alomo, Laura Cors, Diana Tizón, Laura Falabella, Carolina Sánchez y Paula Gatti.

Desde Prensa CABB charlamos con una de las protagonistas de aquella gesta. Desde la isla de Cerdeña en Italia, donde es la entrenadora del Virtus Cagliari de la Lega, Ferazzoli rememora con alegría su mejor experiencia con la camiseta nacional. “El camino de la clasificación empezó con el cambio de mentalidad propiciado por nuestro entrenador y su cuerpo técnico. Eduardo Pinto, César Roses, Roberto Santín y Marcelo Corti nos inculcaron la cultura del compromiso. Con ellos adquirimos el amor incondicional por la celeste y blanca, haciendo muchos sacrificios, sobre todo en una época en la que no teníamos la visibilidad de hoy. Además, habíamos sufrido la desilusión de no poder jugar los Panamericanos del 95 en Mar del Plata, por lo que el enfoque para este torneo se hizo con una energía y una determinación muy distintas”, se explaya la santafesina que ocupaba el rol de pivote aún con sus modestos 177 centímetros.

Entre el 5 y 10 de agosto de 1997, San Pablo fue la sede del Premundial que marcaría un antes y un después en la historia de nuestro básquet femenino. Argentina arribó a suelo brasilero tras un largo periodo de preparación y en el primer cruce de la competencia se toparía con el rival a vencer: el poderoso combinado de Canadá. “Llegamos a ese Premundial muy bien preparadas y con la convicción de que debíamos ganarle a Canadá, porque de las potencias (Estados Unidos, Brasil, Cuba) era contra la que más posibilidades tendríamos. Tuvimos las instalaciones del CeNARD a disposición y eso nos permitió poder entrenarnos todos los días. Los dos años previos a la competencia no hicimos más que pensar en ese partido”, confiesa Iris. Aquella jornada, el estadio Ibirapuera fue testigo de un debut en el que nuestras chicas dejaron todo y el resultado fue una apretada y fundamental victoria por 70-66. “La clasificación se definía en ese juego, teníamos que ganar o ganar. Llegamos a estar abajo por 10, pero ninguna de nosotras pensó jamás en que podíamos perder. Sabíamos que en algún momento lo íbamos a revertir. Y así fue”, relata Ferazzoli.

Al día siguiente, Estados Unidos no dejó dudas en su presentación y se llevó un holgado triunfo de 88-53. Argentina aprovechó para rotar, no desgastarse más de lo necesario y entender que el próximo juego no podía escaparse. Fue en la inolvidable tarde del 7 de agosto, cuando la Selección se impuso a Dominicana por 90-68 y selló la clasificación al Mundial de Alemania 1998. En todas las participaciones anteriores, Argentina había sido invitada. Pero esta vez, se conseguía la primera clasificación por mérito deportivo de nuestra historia. La hazaña ya era un hecho. “Lo de Estados Unidos fue una bajada a la realidad. Estábamos contentas y enfocadas, pero las estadounidenses eran las estadounidenses… Eso sí, nos sirvió para seguir creciendo. Luego a Dominicana le ganamos muy bien, y la sensación de sabernos entre los mejores cuatro seleccionados del continente fue algo hermoso. En ese momento, cuando conseguís un objetivo tan grande, se te pasan por la cabeza la cantidad de kilos que levantaste, la cantidad de vueltas que diste en la pista de atletismo, el frío que pasaste, el estar lejos de casa. Pero en comparación con la alegría de poder llevar la bandera argentina a un Mundial, ese sacrificio no significaba nada”, revive Ferazzoli con entusiasmo.

En el duelo ante las dominicanas, Andrea Boeykens lideró el goleo con 22 puntos, seguida por los 17 de Carolina Sánchez, quien disputaba apenas el primero de los cinco Premundiales que jugaría en su carrera, convirtiéndose en la jugadora con más presencias en nuestra historia. El objetivo estaba cumplido pero, a pesar de la algarabía por la conquista, las argentinas debían centrarse en un segundo desafío: la zona campeonato. En una dura segunda fase, Cuba sería el primer contrincante. Tras un primer tiempo favorable (49-42), las chicas no pudieron sostener el intenso ritmo de las centroamericanas y cayeron 90-82. Luego llegó Brasil, que se impuso claramente 109-61 -tras un primer tiempo más parejo- y así llegó a la final, donde vencería nada menos que a Estados Unidos.

“Brasil jugaba al básquet de la misma manera que al fútbol: con alegría, desparpajo, ese jogo bonito… Era algo muy lindo verlas jugar, y realmente era muy difícil competir contra ellas, no teníamos su nivel. Cuba también tenía grandes jugadoras, que hacían un trabajo muy físico en defensa, pero era la segunda potencia (además de Canadá) a la cual nos podíamos aproximar. Por eso, jugar contra ellas era siempre una motivación extra”, analiza Iris.

En el último día, Argentina se enfrentó una vez más ante las cubanas, quienes se llevarían el parejo duelo por 81-77. Más allá de no haber podido subirse al podio, las argentinas consiguieron lo que buscaban: destrabar una puerta que hace tiempo permanecía cerrada, y conseguir el prestigio que tanto anhelaban. Por quinta vez en la historia -tras haber participado en el 53, 57, 64 y 71- nuestra Selección diría presente en el Mundial. “Hoy cierro los ojos y todavía siento el abrazo que me di con Carolina Sánchez tras el pitazo final. La satisfacción de haber conseguido nuestro objetivo fue más grande que cualquier otra cosa”, recuerda nuestra embajadora con la voz entrecortada de emoción.

Poco más de nueve meses más tarde, con la adhesión de Daniela Luchessi, Magdalena Comba y Alejandra Fernández al plantel, las chicas emprendieron vuelo hacia Alemania para jugar el Mundial. En la ciudad de Rothenburg, más precisamente en la Arena del Hotel Göbels, las argentinas disputaron la fase de grupos. En primer turno, fue derrota 64-45 ante España. Por la segunda fecha, Rusia -que más adelante perdería la Final ante la Selección estadounidense- se impuso por 107 a 32. El cierre del grupo fue frente a China: derrota 96-59. Tras una nueva caída ante Senegal, las chicas completarían su participación mundialista midiéndose ante Congo, alcanzando la ansiada victoria y así terminar con una sonrisa y en el 15° puesto en un Mundial que significaba un quiebre y un nuevo punto de partida para las próximas generaciones.

“Viéndolo en retrospectiva, creo que la emoción que teníamos por estar ahí no nos permitió enfocarnos como hubiéramos deseado. Además, si bien la preparación fue buena (con gira por Estados Unidos incluida) creo que nos faltó mayor experiencia internacional a nivel clubes para llegar mejor preparadas técnica y tácticamente. Pero nos tocó enfrentarnos a potencias mundiales y fuimos de menor a mayor. Finalmente, pudimos vencer a Congo, y eso nos colocó como penúltimas en nuestro primer Mundial”, comenta Ferazzoli, quien fue una de las máximas reboteras del torneo con un brutal promedio de 11.8.

Para vislumbrar el impacto que tuvo ese roce internacional en nuestras jugadoras, basta con conocer lo que ocurrió con Ferazzoli luego de la competencia: “Jugar ese torneo me dio la posibilidad de venir a Italia: 15 días después del Mundial me llamaron del Priolo, con la intención de sumarme a su equipo. No lo dudé ni por un segundo, era el sueño de toda mi vida”, recuerda hoy. “Fueron años inolvidables, éramos un grupo con esa unión que solamente te da el deporte. Vivimos juntas emociones que quedan en el corazón, que crean un lazo distinto, porque luchamos juntas para llevar adelante una bandera. Siempre tuvimos en mente que estábamos representando a la pibita argentina que quiere jugar un Mundial, entonces debíamos hacer las cosas bien”, cierra con orgullo.

Y vaya si lo hicieron… Las jugadoras de aquella camada marcaron un rotundo cambio en la historia de nuestro básquet. A partir de aquel Premundial 97, la Selección fue observada de otra manera. Y en buena parte gracias a ellas, nuestras chicas comenzaron a moverse por el mundo con el respeto y la consideración que se merecen.
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