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Pichi Campana: “Siento que quedé en deuda con la Selección”

Jueves, 03 de Diciembre de 2020 / Publicado en Entrevistas, Especiales, La entrevista de la semana, Liga Nacional, Selección Mayor
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El gran goleador cordobés, ícono de una generación, sorprende con su autocrítica y la fundamenta. Repasa su carrera con la celeste blanca, mejores y peores momentos, desde aquel mítico Mundial Juvenil de 1979.

Con decir Pichi, basta. No necesitamos agregar nada más. Es como Marcelo, Manu, Luifa, Pepe, Chapu, el Loco y algunos pocos más. Un grupo selecto con miembros que trascendieron su apellido, incluso más allá de las fronteras del básquet. Decir Pichi, en este caso, es hablar de un goleador devastador, con unas piernas prodigiosas y mentalidad “asesina” para el aro, de un referente de la Selección en los años 80 y 90 y, claro, de un ícono histórico de nuestra Liga Nacional (máximo anotador con 17.359 puntos y ganador de siete LNB, seis con Atenas). Incluso, sin exagerar, podemos decir –como no pocos aún lo hacen- que fue, durante al menos una década, el Michael Jordan argentino… Por eso, en otro Jueves de Leyendas, Prensa CABB charló un largo rato con Héctor Oscar Campana para repasar su carrera, básicamente con la celeste y blanca, para que los más de más experiencia revivan sus hazañas –y algunas frustraciones- y los más jóvenes conozcan quién fue uno de los mejores jugadores de la historia. En definitiva, conocer la historia para entender mejor nuestro presente.

-Vos fuiste un talento precoz, que de chico generó mucha expectativa, por el gran potencial que se veía en vos. ¿Cómo arranca tu historia con la Selección?
-Sí, es verdad. Comenzó en el 82. Yo ya había pasado de Redes Cordobesas a Obras Sanitarias cuando me citaron para tres torneos junior que hubo ese año: el Sudamericano en Montevideo que perdimos la final con Uruguay, el Panamericano en Paraná cuya definición perdimos con Brasil y luego los Odesur en Rosario, en un torneo menor por la cantidad de participantes. Me acuerdo que fue un año raro, con mucha competencia. Bueno, hoy que lo pienso, eran años extraños, al menos para mí, porque tuve mucha competencia internacional, con la Selección y Obras, en una época donde eso no abundaba.

-Imagino que eran convocatorias que esperaban, que no te generaron esa cosa especial de sorpresa o mucha emoción porque ya eras una figura en ciernes…
-Sí, me acuerdo que había mucha expectativa y para mí fue como una etapa más, tal vez algo natural. Sabía que llegar a la Selección era importante, pero ya pensaba en la Mayor. Quería llegar ahí y la Junior era parte del camino.

-Al año siguiente llega el Mundial Junior en España, donde la rompiste, puntualmente en un partido que pocos recuerdan, los 39 puntos para ganarle a la URSS de Sabonis, Marciulonis y Volkov. ¿Qué recordás vos?
-Fue una locura. Recuerdo que era el primer turno y no había nadie en la cancha, que jugamos muy bien y yo estuve muy derecho. Me da vergüenza decirlo, pero en ese torneo y, puntualmente en ese partido, estuve tremendo, con muchas anotaciones difíciles en la pintura ante el mismísimo Sabonis. También recuerdo que Brasil y España nos ganaron los dos primeros partidos porque nos marcaron cajón y uno, contra mí, y no lo pudimos resolver. Pero Rusia decidió otra cosa y yo exploté. Ellos tenían equipazo, venían invictos y eran candidato al título. Jugaban tipos que luego jugaron en la NBA y marcaron una época, pero se dio una de esas noches en las que el rival débil juega muy bien y al candidato no te salen tan bien las cosas.

-Quedaste en el quinteto ideal del torneo y leía que fuiste el máximo anotador, aunque lo oficial haya dicho que fue el brasileño Paulinho.
-El periodista Osvaldo Orcasitas hizo una investigación en la que descubrió que el brasileño ganó porque se tomaron sólo los puntos de la segunda fase. Yo fui el que más puntos hice en el torneo, pero se lo dieron al otro.

-En septiembre del 83, un mes después, fuiste campeón con Obras de la William Jones. Qué año, ¿no?
-Tremendo. Mirá si hubiese sido hoy: no duraba ni 10 minutos en Argentina. Me compraba cualquiera (se ríe). Pero, bueno, otras épocas. Yo era muy pibe, tenía 18 años y seguramente era un poco inconsciente de lo que estaba viviendo.

-¿Y pensabas ‘tengo que mejorar esto o lo otro’ para llegar ‘acá o alla’?
-No. Yo me divertía y no analizaba tanto. En algún momento vi que era bueno, pero como cualquier pibe de 18 años, sólo quería jugar. No pensaba tanto en progresar. Al menos es lo que me parece hoy, a la distancia. Además, era otra época, en la que no había Liga Nacional, no veías partidos de afuera y era muy raro, por caso, que los equipos se entrenar en doble turno.

-¿Y cómo recordás cuando te citaron a la Mayor para el Sudamericano del 85 en Medellín?
-León (Najnudel) era el DT y yo recuerdo que estaba chocho. Era el sueño cumplido, el objetivo mayor. Y recuerdo que fue un torneo particular porque León armó un plantel joven, con mucha altura: el Gigante González (2m29), Palito Borcel (2m15), el Loco Montenegro, Diego Maggi, el Vasco Aispurúa. Equipo joven y alto.

-En 1986 volviste a España para el Mundial de Mayores. ¿Cómo lo recordás?
-Como un Mundial con más equipos de lo normal, con zonas de seis selecciones, lo que nos permitió clasificar bien. En la segunda fase tuvimos la suerte de ganarle a USA y eso nos dejó en una posición muy ilusionante porque si le ganábamos a Italia podíamos ser semifinalistas, algo impensado. Pero perdimos y no se dio. Recuerdo que nos costó en lo físico, en el roce. Argentina, en esa época, generalmente jugaba bien, le podíamos ganar a cualquiera, pero sufríamos contra los rivales más físicos. Generalmente las preparaciones no eran muy buenas, pero en aquel torneo sí lo fue, más de dos meses de gira, pero al final nos pasó factura y llegamos muy desgastados al final del torneo. En lo personal, yo fui suplente del Negro Romano y tuve participación especialmente cuando el equipo debía cambiar el ritmo de juego.

-¿Y cómo recordás el histórico triunfo ante el Estados Unidos de David Robinson Sean Elliott, Steve Kerr y compañía?
-Fue increíble. Uno de esos juegos que te salen todas y al rival, no. Pensábamos “ya se van a despertar”, pero no pasaba y seguíamos palo a palo hasta el final… Creo que la clave fue no tener miedo a ganar. Nos dimos cuenta que se podía y lo logramos.

-Luego, en 87 y 88, te perdiste de jugar en la Selección por lesiones.
-Sí, me perdí Sudamericano Montevideo, dos días antes me resentí de una rodilla y algo parecido me pasó en el 88.

-Pasamos al Mundial 90 en el país. Tuvimos momentos top, sobre todo ante Estados Unidos, aquellos 33 puntos ante Kenny Anderson y Alonzo Mourning.
-Sí, para aquel torneo tan importante recuerdo que hicimos una muy buena preparación, coronada por muy buenos resultados en gira por Europa. Hasta le ganamos a Grecia en la Copa Acrópolis y llegamos bien. Pero en el Mundial nos topamos con muy buenos rivales, alto nivel, y nos costó mucho. Le ganamos a Egipto, luego a Canadá de arremetida, pero después ya no ganamos más. Nos quedó un sabor amargo, porque queríamos más, regalarnos un triunfo más, conectar con la gente que seguramente esperaba otra cosa. En lo personal, faltando un par de días para el debut, en el último partido en Córdoba, sufrí un esguince de tobillo que me limitó todo el torneo. Recuerdo que justo contra USA me sentí mejor y pude desplegar mi juego. Estuve muy derecho, pero tampoco alcanzó para ganar.

-Aquel partido te dio la prueba en los Nets, un año después, ¿no?
-Así es. Martin Schubert (NdeR: un financista neoyorquino con contactos con Willis Reed, general manager de los Nets) vio aquel partido contra USA, pensó que yo podía jugar en New Jersey y consiguió la prueba. Recuerdo que estuve una semana entrenando en doble turno con un grupo de jugadores, del cual saldría el equipo que disputaría la Liga de Verano. Yo no quedé pero fue toda una experiencia. En ese momento había mucha diferencia, no había la información de hoy y yo no entendía la idiosincrasia de juego que ellos tenían. Yo contaba con mucha experiencia por haber jugado en la Liga Nacional y la Selección, trataba de jugar al básquet y ellos sólo iban al uno contra uno, y todo se desdibujaba. Yo pasaba la pelota y no la veía más (se ríe).

-Luego llegó el mítico Preolímpico de Portland, en 1992, en el que empezaste a compartir posición con Juan Espil, otro tremendo goleador. ¿Cómo fue eso?
-Era difícil... Después todo cambió, pero en aquella época existía la costumbre de que jugaba uno y el otro, suplente, casi no entraba. Era como que uno le sacaba la confianza a otro y nunca pudimos congeniar. Hoy sería distinto porque existen múltiples combinaciones, pero en esos años era muy esquematizado, si uno jugaba, el otro no. Entonces, no era fácil. Te diría que, en vez de potenciarnos, nos chocábamos. Es más, casi no compartimos la cancha. En aquella época se pensaba así. Imaginate cómo sería que si en la Liga Nacional no jugabas los 40 minutos, te enojabas. Hoy si jugás 25m, tenés que estar feliz.

-Aquel seleccionado era muy bueno, pero tampoco pudo clasificar a Barcelona 92. ¿Por qué?
-Es verdad. Fue un muy buen equipo, pero nos pasaba mucho que a los Mundiales nos clasificábamos, pero a los Juegos Olímpicos no. Era como un tabú… También había menos plazas y Brasil, en la región, nos costaba mucho ganarle. No había margen de error.

-Pasamos al Mundial 94, con un equipo que fue de menor a mayor.
-Sí, nos tocó una zona jodida y no pudimos clasificar. Terminamos bien, ganando en repechaje, y saliendo novenos tras vencer a España. Yo recuerdo que terminé jugando de base en reemplazo de Marcelo.

-Fuiste por años un goleador devastador. ¿Cómo fue esa transición a ser un jugador más integral?
-Cuando los años fueron pasando y el declive físico se empezó a notar me empecé a dar cuenta que, para seguir siendo efectivo e importante, debía ser un jugador más completo. También la edad te permite pensar las cosas, verlas de otra forma. Porque si sos un goleador que también la pasa, defiende y rebotea, sos un mejor jugador. Más peligroso e importante. Si sos un gran goleador y no se la pasas a nadie, la defensa tiene parte del trabajo hecho. Yo hice un click, gracias a los entrenadores que tuve. Entendí que los partidos no sólo se ganan con puntos, aunque parezca una contradicción, y empecé a hacer otras cosas que también sirven para ganar partidos.

-No estuviste en el 95 y 96, pero volviste en el 97, casi como un bombero, para ayudar a clasificar al Mundial 98.
-Sí, fue sorpresivo. Dos días antes de que viajara el equipo, me sonó el teléfono, atendió mi mujer y me dice “es Julio Lamas”. Yo había estado peleado con él y me sorprendió mucho el llamado. Me pidió que fuera, que me necesitaba. Le dije que sí, sin importar lo que había pasado entre nosotros. Fue uno de mis mejores torneos, porque fui sin preparación e hice lo que me pidieron.

-Fue tu último torneo.
-Sí, ya no jugué más, Julio le dio una oportunidad a un tal Manu Ginóbili y no se equivocó (se ríe).

-¿Qué le faltó a esa camada, el famoso roce?
-Sí, un poco el roce. El gran cambio que llegó con la Generación Dorada fue que la gran mayoría jugaba afuera y todas las semanas se enfrentaba a los mejores. Nosotros teníamos que esperar a un Mundial o un JJOO para enfrentar a Djordjevic, para poner una ejemplo. Y para conocer a un jugador hay que enfrentarlo. Ese nivel de exigencia, ese roce con los mejores, hay que sumarle la madurez como equipo que nosotros tampoco nunca conseguimos. Tendríamos que haber dejado de lado muchas costumbres tontas que teníamos en ese momento. Pero, bueno, era así, se pensaban de esa forma las cosas…

-Pichi, ¿y qué significó la Selección en tu vida?
-Mucho. Pero yo cometí errores, por impulsivo. También tuve mala suerte en buenos momentos míos, lesiones que me impidieron jugar al nivel que podía, como me pasó en el Mundial 90. En mi carrera anduve medio cruzado con la Selección. Jugué tres mundiales, un par de sudamericanos. Pero podría haber jugado más…

-Sorprendés. ¿Estás queriendo decir que no estás conforme con lo que le diste a la Selección?
-Sí, siento que con la Selección quedé en deuda, que podría haberle dado más cosas.

-¿Cuál es tu mayor frustración?
-Tal vez el Mundial 90. Llegué frustrado, limitado, con dolores en el tobillo. Fue un Mundial en casa y ni yo ni el equipo lo aprovechamos como queríamos.

-¿Y tu mejor torneo?
-Difícil, algunos hubo. Tal vez me quede con el último, el del 97.

-Raro. ¿Por qué?
-Jugué poco, pero me quedo con ese porque llegué casi sin entrenar, ya entrado en años, pero me sentí útil y logramos el objetivo de clasificarnos al Mundial 98. La pasé bien. Fui a disfrutar y pude lograr el objetivo.

-Por último. Tus tres mejores compañeros.
-Marcelo (Milanesio), (Germán) Filloy y (Diego) Osella.

-Todos de Atenas. Algo quiere decir.
-No es casualidad (se ríe). Somos amigos y un poco me traiciona el corazón. Si me dejás sumar otro, meto a (Miguel) Cortijo, con otro que la pasé muy bien y que siempre me la dio redondita.
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